Wednesday, March 12, 2014

FilArte- Sobre la Belleza (texto)



Impromptu: Observaciones sobre la Belleza
Iván Sparrow Ayub


Universidad Autónoma de Chihuahua
Facultad de Artes
Curso de Filosofía del Arte




La estética, entendida de forma básica, es el estudio filosófico de la experiencia tanto artística como sensible en general. Este estudio parte de la idea fundamental de la belleza, cuya significación y uso de facto han sido, por un lado, cimientos de estructuraciones y desarrollos conceptuales y, por el otro, soporte importante de la experiencia humana occidental en general. Pero la belleza no ha sido siempre igual para todas las culturas, siendo quizá la distinción primordial la manera en que se aborda y utiliza; o bajo otra mirada, si ésta habita el mundo de las ideas o simplemente el mundo.


Pero, ¿qué es la belleza? Esta puede ser entendida como propiedad de algo, como han hecho, por ejemplo, una parte significativa de pensadores y filósofos a partir de Platón y Aristóteles. Por otro lado, la belleza puede ser comprendida como sensación, como un acontecer; noción que se adhiere al pensamiento presocrático de Heráclito, por ejemplo. Cualquiera que sea, la noción de belleza ha sido uno de los pilares ideológicos de la experiencia humana de occidente, incluyendo la artística. Ésta fue uno de los soportes primordiales del surgimiento de la estética como rama de la filosofía en el siglo XVIII.


La idea de belleza es parte del tejido lingüístico, intelectual y expresivo de occidente, el cual ha determinado buena parte de los códigos inscritos en la práctica y recepción artísticas. La propensión de un sector artístico hacia una anti-estética —reacción a las prescripciones tradicionales de belleza— viene a formar una postura crítica, la cual, finalmente, es parte del mismo sistema conceptual que origina la necesidad del concepto de belleza.


El lugar que ocupa la noción de belleza en el entramado del lenguaje y el pensamiento occidentales determina los modos particulares de tratar y abordar la belleza. Sin embargo, estos modos pueden pasar desapercibidos, ya que las construcciones ideales ya establecidas de lo que puede o debe ser una experiencia estética se toman inconscientemente como punto de partida, sea en la actividad intelectual o la artística.


La idea de belleza, entre otras funciones conceptuales, ha servido a la búsqueda de sentido y significado que ha emprendido, y a la cual se ha entregado, el ser humano desde los pensadores de la antigua Grecia. La idea de belleza es, pues, parte del pensamiento analítico que deriva de la experiencia sensible, mas no es, propiamente, parte de ésta. De hecho, la misma noción de experiencia ocurre al margen de lo vivido, de lo acontecido; ya que en el momento en que se comprende algo como experiencia ocurre un distanciamiento con aquello en lo que se estaba inmerso, con aquello de lo que se era parte. Por lo tanto, la belleza como parte de la experiencia sensible es el resultado de procesos conceptuales y analíticos que permiten descifrar y ordenar la realidad que nos rodea y a la cual nos exponemos.


El estímulo emocional ante la experiencia de belleza obedece, en buena medida, a esos procesos analíticos a través de los cuales se puede suscitar el encuentro con patrones o configuraciones —significativas o simbólicas— de lo que se es relevante, familiar y/o placentero. Se puede, así, encontrar puntos de identificación entre la realidad abstracta de las ideas y la realidad de los acontecimientos percibidos sensiblemente. La configuración de la idea de belleza se relaciona, en este sentido, con la sensación de identidad y pertenencia. Cada cultura, subcultura o grupo social tiende a compartir aspectos de una misma estética.


A través de la globalización, dicha construcción mental de la belleza ha logrado penetrar en el pensamiento de culturas donde hasta hace poco no había sido siquiera considerada. En la tradición China, cuya evolución se ha dado hasta hace muy poco en paralelo con la occidental —esto es, no en contraposición, ni a partir, ni a pesar de ésta—, se puede apreciar el rechazo a separar o abstraer la belleza del mismo acontecer vital. La imagen pictórica, por ejemplo, no es la consolidación o apropiación de un momento, sino la re-presentación del proceso de aquello mismo que plasma.


Como conclusión cabe redirigir la atención a dos puntos relevantes. El primero, que la idea de belleza es eso precisamente, una idea. Ésta, como todas la ideas —sobre todo las importantes y fundantes del pensamiento de occidente— tiene una función, y en este caso la suya es, por un lado, ser parte de una estructura mental que establece orden y sentido, y por el otro, el establecimiento de jerarquías que desembocan en distinciones de tipo moral. Pero la noción de belleza, aunque parte de una abstracción mental —del análisis de la experiencia—, no es ajena al contexto inmediato y puede estar fuertemente determinada tanto por el contexto histórico como por el cultural y social.


El segundo punto relevante a considerar es el de la belleza no como idea, sino como sensación inscrita en el devenir; esto es, la belleza no como algo que se aprecia sino como algo que se vive, como algo en lo que se puede estar inmerso. Aquí, por ejemplo, los patrones de tensión y distensión —tan embebidos en la estética occidental— no son el hilo conductor de la estructura en una obra de arte, sino el posible resultado de un discurrir, de una experiencia similar a un acontecer en el cual se puede estar inmerso.

Espero que la brevedad de este impromptu —sobre un tema que da para mucho, horizontal y verticalmente— quede compensada con las reflexiones que el mismo pueda suscitar.